30/09/2014
El Imperio de Roma y la China Han. El camino a un mundo globalizado
Escrito a las 08:22
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La exhibición en el MARQ de SEÑORES DEL CIELO Y DE LA TIERRA. China en la Dinastía HAN (206 a.C. - 220 d.C), coincide en el tiempo con la celebración, este año 2014, del BIMILENARIO DE LA MUERTE DE AUGUSTO, el primer emperador de Roma.
La ocasión está servida. Por primera vez en la historia, partiendo de realidades históricas y geográficas aparentemente diferentes, los destinos de media Humanidad estuvieron regidos, en el primer siglo de la Era, por dos potentes estados: el floreciente Alto Imperio Romano, en el oeste, y la China en la Edad de Oro de la Dinastía Han Oriental, en el este.
Los imperios de Roma y la China Han estaban separados por miles de kilómetros de terreno inhóspito. Persia, el gran rival de Roma, obstaculizaba su expansión a Oriente. Palmiranos, Nabateos, los pequeños reinos del Asia Central, la India y el Sudeste asiático, jugaron un importante papel geo-estratégico que determinó las relaciones entre ambos. Nunca llegaron a encontrarse, tal vez nunca lo necesitaron, pero sí conocieron su existencia…
Cuando Rómulo, funda (753 a. C.) a orillas del Tíber a pequeña aldea de Roma convirténdose en su primer rey, su territorio apenas llega a 20 km². En esos tiempos, la Dinastía Zhou (1050-256 a.C.) gobernaba ya miles de kilómetros en las fértiles y vastas cuencas de los ríos Amarillo y Yangtsé, y contribuía a la consolidación de un marco cultural común para China, (o Zhonghuo, como la denominan los propios chinos). Desde fines del III milenio a.C., la civilización del valle del río Amarillo ya había consolidado las primeras monarquías hereditarias, denominadas Dinastías: el reinado mítico de los Tres Augustos y los Cinco Emperadores, la Dinastía Xia y la Shang.
Pese a lo que pudiera parecer, el origen de la formación de grandes imperios territoriales por parte de Roma y la China Qin-Han es más coincidente de lo que aparenta a primera vista. Desde las primeras centurias del I milenio a. C., el mundo asistía a un proceso de globalización.
Se consolidaba, de oriente a occidente: el uso de instrumentos de hierro, el progreso de la agricultura y la ganadería, y el comercio regular a larga distancia, mediante redes interregionales, como la empresa colonial fenicia a Occidente. El intercambio cultural que conllevó condujo a un gran desarrollo de los centros urbanos, organizados como ciudades-estado o como confederaciones estatales.
Las pujantes aristocracias terratenientes que los regían necesitaron hacer pública manifestación de su estatus, a través de exóticos objetos de lujo y de narraciones que exaltaban la legitimidad de su gobierno y la identificación de su pueblo. Las principales narraciones mundiales como la Iliada, la Biblia, el Mahabharata y el Ramayana, la epopeya de Gilgamesh, las legendarias leyes en verso de Tartessos o la literatura china, como el Shangsu, sobre el buen gobierno del estado por “los Hijos del Cielo”, refieren la creación de las primeras identidades míticas ancestrales que identifican a los pueblos y sus territorios.
Más sobre la exposición en marqalicante.com/dinastiahan
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